
La influencia de la música en la cata de vinos
Explora cómo la música puede afectar la percepción del sabor del vino. Cada día más sommeliers, enólogos y científicos estudian el vínculo entre estímulos sonoros y experiencia gustativa, revelando que no solo lo que hay en la copa importa, sino también lo que escuchamos mientras bebemos.
Esta sinestesia entre oído y paladar está revolucionando la forma en que los profesionales abordan una cata, convirtiendo la música y vino en un dúo clave para enriquecer la apreciación sensorial.
En un mundo donde los sentidos se entrelazan para crear experiencias únicas, la unión entre la música y el vino ha captado el interés de profesionales del vino y neurocientíficos por igual. Pero, ¿realmente lo que escuchamos puede cambiar el sabor de lo que bebemos?
Un fenómeno multisensorial
La cata de vinos siempre ha sido una experiencia sensorial compleja que involucra vista, olfato, gusto y tacto. Sin embargo, investigaciones recientes están demostrando que el oído también juega un papel significativo. En 2008, el psicólogo británico Charles Spence, de la Universidad de Oxford, empezó a explorar cómo ciertos sonidos pueden modificar la percepción del sabor.
Su estudio demostró que la música aguda tiende a acentuar notas dulces y frutales, mientras que sonidos graves intensifican percepciones amargas o terrosas.
Esta “sinestesia inducida” ha abierto nuevas puertas para el diseño de catas multisensoriales donde la música se convierte en un componente estratégico.
Cómo se vinculan notas musicales y notas de cata
La conexión entre música y vino no es meramente estética: tiene bases científicas. En términos físicos, ambos están compuestos por ondas —sonoras y moleculares— que interactúan con nuestro sistema nervioso. Cuando el oído capta una melodía, el cerebro activa áreas relacionadas con la emoción y la percepción. Si al mismo tiempo se degustan taninos, ácidos o dulzores, la experiencia puede intensificarse o transformarse por completo.
En palabras del sommelier y DJ francés Joël Robuchon, “un Syrah potente y profundo nunca se expresa igual con Bach que con The Rolling Stones”. Esta afirmación se respalda en pruebas controladas que muestran cómo los catadores perciben los mismos vinos como más o menos agradables dependiendo del tipo de música ambiental.
Aplicaciones prácticas para profesionales
Para sommeliers y responsables de experiencias enoturísticas, comprender esta relación puede marcar una diferencia significativa. Algunos consejos prácticos:
- Vinos blancos frescos y ligeros suelen armonizar bien con música pop o electrónica suave, que realza su vivacidad.
- Tintos con cuerpo y crianza, como un Cabernet Sauvignon, se ven beneficiados por jazz, soul o música clásica.
- Espumosos, como un Cava o Champagne, pueden brillar con ritmos alegres y optimistas como el swing o el house melódico.
Incluso hay bodegas que han desarrollado playlists específicas para acompañar sus vinos, como una extensión de su identidad sensorial. Este enfoque no solo mejora la experiencia del cliente, sino que también puede influir positivamente en la percepción de calidad y valor del producto.
Estudios y experimentos reveladores
En una cata ciega organizada por la Universidad Heriot-Watt en Edimburgo, se ofrecieron cuatro vinos a un grupo de personas mientras escuchaban diferentes tipos de música. Los resultados revelaron que más del 60% de los participantes percibieron el mismo vino como «más fresco», «más complejo» o incluso «más caro» dependiendo de la música ambiente.
Otro estudio de la Universidad de Oxford propuso un “mapa musical del sabor”, donde se asocian instrumentos y estilos musicales a componentes gustativos: violines a sabores florales, contrabajos a taninos, flautas a notas cítricas, etc.
El futuro del maridaje sonoro
La tendencia de maridar vinos no solo con comida sino también con música ya se ha instalado en eventos, catas virtuales y experiencias de marca. Incluso tecnologías de inteligencia artificial están comenzando a generar playlists en función del perfil organoléptico de un vino. Para los profesionales, esto implica nuevas competencias y posibilidades de diferenciación.
Además, hay bodegas que van más allá y utilizan la música durante el proceso de vinificación. Algunas reproducen música clásica en sus barricas durante la crianza, argumentando que las vibraciones pueden influir en la microoxigenación del vino. Aunque esta práctica aún no tiene consenso científico, suma otra capa narrativa al producto final.
Un maridaje emocional que llegó para quedarse
La conexión entre música y vino no es un capricho moderno, sino una evolución natural del entendimiento sensorial humano.
Para los profesionales del vino, integrar este conocimiento no solo aporta valor añadido a sus catas y presentaciones, sino que permite crear experiencias más memorables, emocionales y diferenciadoras. En un mercado donde la experiencia lo es todo, afinar el oído puede ser tan importante como educar el paladar.
