
Cómo la música puede influir en la percepción del vino
Un estudio sobre cómo la música que escuchamos puede afectar nuestra experiencia de degustación de vinos revela un fascinante vínculo entre los sentidos.
La percepción del vino no se limita al paladar: el entorno sonoro tiene el poder de cambiar cómo sentimos su sabor, aroma y textura. Investigaciones recientes están demostrando que ciertos estilos musicales pueden intensificar o suavizar las sensaciones que un vino transmite, abriendo un nuevo horizonte en el mundo del maridaje sensorial.
Esta sinergia entre música y vino está generando un creciente interés enólogos, sommeliers y amantes del vino, y se posiciona como una tendencia innovadora dentro del universo vinícola. En este artículo de Sabor Vino exploramos cómo el sonido transforma cada copa.
La ciencia detrás de una sinfonía enológica
En los últimos años, la neuroenología —una rama emergente que estudia cómo el cerebro percibe el vino— ha comenzado a colaborar con la psicología del sonido para investigar cómo la música puede alterar nuestras sensaciones durante una cata. Investigaciones del Oxford Crossmodal Research Laboratory, lideradas por el profesor Charles Spence, han demostrado que el tempo, el tono y la armonía musical influyen directamente en la percepción del sabor.
Por ejemplo, las melodías agudas y rápidas tienden a resaltar notas frutales y cítricas en vinos blancos jóvenes, mientras que las composiciones graves y lentas enfatizan características como la madera, la mineralidad y los taninos en vinos tintos robustos. Este fenómeno, conocido como sinestesia crossmodal, establece un diálogo multisensorial donde el vino y la música se comunican en una danza emocional y perceptiva.
Experimentos y resultados sorprendentes
Uno de los estudios más citados en esta línea fue publicado en la revista British Journal of Psychology, donde se pidió a los participantes que degustaran el mismo vino escuchando distintos géneros musicales. Aquellos que escuchaban música clásica describían el vino como más sofisticado y costoso. En cambio, quienes oían rock o pop lo percibían como más joven, vibrante y fresco.
Bodegas como Montes, en Chile, ya aplican este principio colocando altavoces en sus salas de barricas para reproducir música barroca suave, creyendo que mejora la calidad del vino durante su crianza. También proliferan eventos de maridaje sonoro, donde sommeliers y DJs colaboran para crear experiencias sensoriales personalizadas.
¿Hacia una nueva forma de maridar?
El concepto de maridaje ha evolucionado más allá de los alimentos. Hoy se habla de maridajes emocionales y sensoriales, donde la música se convierte en un “acompañamiento” que resalta lo mejor del vino. Esta corriente abre la puerta a experiencias inmersivas donde las bodegas no solo venden vino, sino vivencias inolvidables.
Algunas aplicaciones móviles ya integran algoritmos que recomiendan listas de reproducción para tipos específicos de vino, permitiendo que el consumidor tenga una experiencia 360 grados desde casa. Esta tendencia también plantea nuevos desafíos para el marketing vinícola, que deberá adaptarse a una generación que valora más que nunca la personalización y la emoción.
El futuro del vino se escucha
La sinergia entre música y vino apenas comienza a explorarse. A medida que la tecnología avanza y la neurociencia descubre más sobre nuestros sentidos, podríamos encontrarnos ante una revolución en la forma de consumir, apreciar y entender el vino.
Las bodegas que logren integrar esta experiencia sensorial total no solo destacarán en el mercado, sino que redefinirán lo que significa brindar.
